“Derechos, prestaciones sociales y crisis del Estado de bienestar”, Narciso Martínez Morán, catedrático y director del Departamento de Filosofía Jurídica en la UNED

CURSOS DE VERANO 2012

La Coruña, 18 de julio de 2012.

La semana pasada se celebró el curso de verano “Derechos, prestaciones sociales y crisis del Estado de bienestar” que, bajo la dirección de Narciso Martínez Morán, catedrático y director del Departamento de Filosofía Jurídica en la UNED se ha desarrollado en el Centro Asociado de la UNED de la Coruña, durante los días 9,10 y 11 de julio.

Este curso se emitió desde A Coruña al Centro Asociado de Cantabria y también pudieron ser receptores en el Aula de Ferrol. El balance fue extraordinariamente positivo, a juicio de los alumnos asistentes. La calidad de todos los ponentes y la participación activa de los cursillistas hicieron, en palabras de la directora del Centro Asociado coruñés, de todas las ponencias del curso “un gran foro de debate”. A ello contribuyeron la perfecta organización por parte del Centro y la habilidad del Director del Curso en provocar y dirigir dichos debates.

El profesor Martínez Morán, una vez clausurado el curso, no tuvo inconveniente en contestar a algunas preguntas que, desde A Coruña y Cantabria, le formulamos, con el fin de entender un poco mejor lo que conocemos como Estado de Bienestar. Cercano, amable y muy riguroso con el tema, el catedrático acercó con maestría la realidad actual en el terreno de los derechos económicos, sociales y culturales.

P. ¿Queda mucho del “original” Estado de Bienestar?

N.M.M. Sin duda, queda muchísimo incluso a pesar de los recortes.

Aunque su origen se remonta a principios del XIX, podemos afirmar que el estado del bienestar se consolida durante el escenario surgido entre las dos guerras mundiales No nace de repente sino que evoluciona progresivamente. Cuando surgen de los derechos económicos, sociales y laborales, aparecen tímidamente las primeras prestaciones generadoras de un estado del bienestar incipiente que va creciendo, a medida que aparecen nuevas prestaciones o se van incrementando otras. Hablamos de salarios justos, duración de las jornadas laborales, descansos, vacaciones. Luego fueron añadiéndose otras prestaciones básicas como el desempleo, jubilación, viudedad, maternidad, cobertura sanitaria, etc.. Antes de ese momento se trabajan más días a la semana y más horas al día y no se disfrutaban vacaciones. Los trabajadores apenas tenían descanso. Si echamos la vista atrás, no es difícil imaginar la vida de un trabajador y ver lo que hemos ganado en todos estos años, por lo tanto sí, queda mucho de lo que conocemos como Estado de Bienestar.

Lo que ocurre es que, con frecuencia, se confunde prestaciones con derechos, aunque realmente no se identifican. En momentos de abundancia hemos llegado a disfrutar de prestaciones que realmente no pueden entenderse como derechos. Cuando hablamos de los viajes de la tercera edad ¿constituye realmente un derecho imprescindible o se trata tan sólo de una prestación no estrictamente necesaria, es decir, no constitutiva de un derecho? – se pregunta el catedrático Martínez Morán a modo de reflexión- Para mí –nos dice- está claro. Es una prestación graciable, que contribuye a una vida más placentera, más agradable contribuye a mejorar el estado del bienestar, pero no es un derecho exigible y menos en tiempo de crisis económica.

No hay que confundir, por tanto lo que son estrictos derechos con prestaciones más o menos graciables que puedan ofrecer los municipios a las Comunidades autónomas.

P. Cuando el exceso de recortes supere el umbral de los derechos mínimos sociales, colectivos e individuales, ¿ cuál será el escenario que veremos?

N.M.M. En primer lugar es conveniente mencionar que el derecho a la libertad, derecho de primera generación es un derecho de abstención. Supone que el Estado debe abstenerse de intervenir en el ámbito de mi esfera privada; y los derechos políticos implican decisiones por parte del estado, pero, en general éstas no implican prestaciones económicas Sin embargo los derechos de segunda generación son derechos estrictamente prestacionales. Nos referimos a los derechos económicos, sociales y culturales y es en este ámbito en el que encontramos este umbral del que hablamos. En la peor hipótesis, de recortes el umbral que nunca deberíamos traspasar con ellos es el de la protección de las necesidades mínimas de subsistencia.

A partir de aquí el escenario que veremos es el del estado del bienestar que podamos y estemos dispuestos a pagar con nuestros impuestos. Porque somos nosotros los que, con nuestros impuestos financiemos las coberturas de los derechos prestacionales.

El Estado no financia si no recauda impuestos, Porque no tiene una varita mágica para crear dinero y el dinero no lleve del cielo como si fuera el maná del desierto -sentencia el catedrático- . El Estado no dispone de recursos ilimitados, por tanto, ahora ya no es posible mantener el nivel de prestaciones que veníamos disfrutando hasta el momento.

Pero los recortes deben hacerse con coherencia, con sentido común, para no lesionar ni agravar situaciones dramáticas de quienes lo están pasando muy mal. Los escasos recursos deben garantizar la cobertura de las prestaciones indispensables para una subsistencia digna de los que realmente lo necesitan. Para ello el Estado debe ser el encargado de arbitrar los mecanismos necesarios para la buena gestión y reparto de los recursos disponibles.

Una reflexión: la concesión de los 400€ lineales en nómina o el famoso cheque bebé, ¿eran derechos sociales o prestaciones?… En un futuro se debe cortar este tipo de prácticas ingeniosas pero injustas y aplicar la racionalidad y el sentido común en el reparto de recursos existentes para que las prestaciones vayan encaminadas realmente a cubrir los auténticos derechos de los más necesitados.

P. En su opinión, ¿Qué colectivo o colectivos son los más afectados?

N.M.M. Los parados, especialmente los de larga duración que no tienen ningún tipo de recurso ni familia de apoyo para soportar la crisis, con graves carencias no sólo a nivel económico, sino también afectivo y psicológico. La cifra es alarmante, hay 1.800.000 familias sin ingresos de ningún tipo, por tanto aquí es donde tenemos un estado real de necesidad.

Es cierto que no todos los parados se encuentran en las mismas condiciones, por ello hay que estar atentos a todas las situaciones de verdadera necesidad, atendiendo incluso las situaciones individuales dramáticas. Hay que estudiar caso por caso y valorar el grado de necesidad en cada situación.

Me preocupa otro colectivo. Dentro de los parados, un sector especialmente desfavorecido son aquellos que con 35 años, todavía no han podido acceder a un primer empleo.

Otro de los colectivos afectados que aumenta con más virulencia son los pensionistas que únicamente disponen de una pensión mínima y no tienen hijos o familiares a los que puedan recurrir. La realidad de muchos jubilados que están completamente solos y que sobreviven en situaciones realmente precarias es igualmente susceptible de intervención.

Las personas dependientes, los enfermos o discapacitados, son grupos de riesgo dentro de este escenario.

P. Siempre se habla de los derechos sociales respecto al Estado del Bienestar, ¿qué más derechos fundamentan esta fórmula?

N.M.M. El Estado de Bienestar no se fundamenta únicamente en los derechos sociales, económicos y culturales. Derechos como la falta de libertad condicionan irremediablemente la realidad individual o colectiva del bienestar. Si un Estado distribuye o proporciona fácil acceso a los primeros derechos pero vulnera o no respeta derechos esenciales como la libertad personal, de opinión, reunión, comunicación, si a los individuos no se les permite la capacidad de pensar y decidir, a pesar de tener otro tipo de prestaciones sociales, viven como autómatas, como encarcelados en un mundo que les oprime y atenaza. No son felices, por lo que no serviría de mucho el esfuerzo prestacional del Estado. ¿Podemos llamar estado de bienestar a un mundo sin libertad, sin derechos políticos, sin democracia? Creo que no.

P. Dentro de un entorno económico como el actual, ¿qué se considera bienestar?

N.M.M. Prestaciones que contribuyen a que la persona a nivel individual o social se sienta feliz. Derechos que los apoyan son la cobertura de los gastos sanitarios, educación gratuita, prestación por desempleo, prestaciones por jubilación, prestación por discapacidad, dependencia o ayuda a la maternidad o la infancia.

Se trata de coberturas mínimas, indispensables que una persona necesita para ser feliz y no pueda pagar. El Estado de Bienestar es flexible en función de las condiciones de financiación, en consecuencia se debe hacer una administración razonable del dinero público y evitar los derroches en gastos superfluos. Debemos reconocer que hay prestacionesque no son exigibles como los viajes de la tercera edad o las estancias en balnearios de este colectivo, frente a otros que sí son una verdadera necesidad, y son por tanto auténticos derechos.

P. ¿Cómo se puede garantizar el Estado del Bienestar a las familias sin recursos o las personas con una situación dramática?

N.M.M. Se deben garantizar, es lo primero que hay que garantizar.

Hay colectivos que tienen escasos ingresos como los jubilados con pensiones mínimas, entre otros y que se encuentran en una situación de riesgo.

El Estado debe dar cobertura de las necesidades básicas a los que realmente lo necesitan, a partir de ahí se puede ir aumentando e incrementando la protección pero una vez satisfecho lo prioritario, ¿cómo hacerlo?, con recursos del Estado.

¿Hay que recortar en un momento como éste?, siempre y cuando se garanticen estos recursos para alimentar, educar y prestar la sanidad necesaria a estas familias, y se debe hacer a cargo de los impuestos de los demás y de forma progresiva.

Y ante los recortes , a veces necesarios, los ciudadanos debemos responder con criterios de solidaridad social para que nadie deje de tener lo imprescindible para vivir en momentos tan difíciles.


Las palabras del catedrático Martínez Morán invitan a la reflexión sobre el desequilibrio en la aplicación y adjudicación de prestaciones sociales así como del necesario abrigo del Estado a colectivos especialmente sensibles en momento de crisis como el actual, parados de larga duración, pensionistas con escasos recursos económicos y sin familia o personas que sufran una discapacidad o padezcan alguna enfermedad.

La distribución de los recursos con imaginación y racionalidad y la distinción entre derecho o prestación, son dos realidades que necesariamente el Estado está obligado a replantearse cuanto antes para conseguir mayor eficacia en la gestión y mantenimiento del actual Estado de Bienestar.

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